En 2025, las cadenas de suministro globales están experimentando una profunda reconfiguración, moviéndose de un modelo obsesionado con la eficiencia y el «justo a tiempo» a uno que prioriza la resiliencia, la diversificación y, en muchos casos, la regionalización. La lección de las interrupciones provocadas por la pandemia, las tensiones geopolíticas y los fenómenos climáticos extremos ha sido clara: depender demasiado de una única fuente o región es un riesgo inaceptable.
El concepto de «China + 1» o «China + N» se ha convertido en una estrategia clave para muchas empresas. Esto implica mantener las operaciones en China, pero diversificar la producción y el aprovisionamiento hacia otros países en Asia (como Vietnam, India, Tailandia) o en otras regiones del mundo. El objetivo es reducir la dependencia de un solo centro de producción y mitigar los riesgos asociados a cierres por pandemias, tensiones comerciales o desastres naturales.
La regionalización (o nearshoring/ friendshoring) también está ganando terreno. Las empresas están trasladando parte de su producción a países más cercanos a sus mercados de consumo finales, o a naciones consideradas «amigas» y con menor riesgo geopolítico. Esto puede reducir los tiempos de tránsito, disminuir los costos de transporte (especialmente ante la volatilidad de los fletes marítimos) y mejorar la capacidad de respuesta a la demanda local. Por ejemplo, se observa un aumento de la inversión manufacturera en México para abastecer el mercado estadounidense, o en Europa del Este para el mercado de la UE.
La inversión en automatización y digitalización es otra tendencia clave para mejorar la resiliencia. Las tecnologías como la IA, el blockchain y el Internet de las Cosas (IoT) están siendo utilizadas para mejorar la visibilidad de la cadena de suministro, desde el origen de las materias primas hasta la entrega al cliente final. Esto permite a las empresas identificar cuellos de botella, predecir interrupciones y reaccionar más rápidamente. La automatización también puede reducir la dependencia de la mano de obra en ciertas tareas, haciendo que las operaciones sean menos susceptibles a interrupciones por escasez de personal.
Sin embargo, esta reconfiguración no está exenta de desafíos. El aumento de los costos de producción en nuevas ubicaciones, la necesidad de construir nuevas infraestructuras y la complejidad de gestionar cadenas de suministro más dispersas son obstáculos significativos. Las empresas deben equilibrar la búsqueda de resiliencia con la eficiencia económica. A pesar de estos retos, en 2025, la tendencia hacia cadenas de suministro más robustas y diversificadas es imparable, redefiniendo la geografía de la producción y el comercio global en la próxima década.